No nací de mujer ni de hombre.
Nací de los fuegos del infierno.
Soy una brasa efímera cuyo vuelo
No tiene meta, ni tiene nombre.
El aliento de la maldad me impulsa
Y las noches son tajadas jugosas
De hambres, de miedos, de sobras
Desechos de esta humanidad insegura.
Y si sobre mi estela te encuentro
Digiero tu dolor y escupo tu alegría
Trocando medianoches por mediodías
Y abismos por paredes, techos y suelos.
Llora y diviérteme, la noche se acaba
La luz amenaza mi deleite y mi canción.
Entrega ya tu última suerte, perdedor.
Arrástrate sobre el fango que me lava.
Y la chispa muere sobre la conciencia,
Aliviando su dolor con dolor ajeno
Queda latente y a la espera
Acechando otro nido, otro agujero.