Dos destinos y un dorito (segunda y última parte)

II

Pasó entonces algo tan increíblemente extraordinario, tan tremendamente colosal; algo tan espectacular, tan alucinante e inesperado que era imposible ni imaginarlo. Sí, amigos, fue entonces cuando, sin previo aviso, llegó al Cielo la reclamación con el sello del Diablo. ¡Y solo había tardado una semana y media! Los cronistas apuntaron el hecho, los poetas compusieron baladas, los matemáticos hicieron cuentas, los cabreros se fueron al monte…

Pero bueno, vamos a lo nuestro. Al llegar la reclamación a la central hubo gran algarabía entre los funcionarios, ya que hacía rato se habían quedado sin papel de fumar, y gracias a ella, pudieron seguir trabajando. Al momento pulsaron para aceptar una llamada entrante.

–¿Sí?

–Hola, soy Dios.

Los funcionarios celestiales chocaron entre ellos, intentando vaciar los ceniceros, esconder las latas de cerveza y demás elementos delatores.

–Dejaos de rollo. ¿Ha llegado una notificación hace poco? ¿Un papel con membrete infernal? Ha habido un problema con un alma y lo necesito.

–Uy, pues no. –Dijo el más espabilado. –Se ha debido traspapelar o algo. Aquí llevamos toda la mañana y no ha llegado nada.

–Mira, de verdad. Si lo sé, no hubiera abierto este chiringuito. Con lo tranquila que era la nada… A ver qué carajo hacemos ahora. El diablo reclama el alma de un tal Paco, el cual cometió pecados en la Tierra según afirma. Ahora resulta que ese tipo ha cometido un delito en el complejo límbico y ha sido teletransportado a La Rueda. La víctima, el dorito, otra vez en admisión. Vaya tela.

–¿Y qué podemos hacer? –Dijeron los funcionarios con preocupación más fingida que real.

–Yo os recomendaría que buscarais trabajo, porque estáis despedidos. Están llegando unas almas muy interesantes llamadas algoritmos, no todo iba a ser malo. Creo que ese pedazo de código puede trabajar mejor que vosotros. Hala ¡Adiós!

Mientras tanto, el pequeño dorito estaba en la sala de espera, en recepción de almas. Cuando entró a la oficina, el Ángel Fermín dejó de aporrear su máquina de escribir y lo miró con extrañeza.

–Disculpe ¿aún está usted aquí? Le dije que el autobús se cogía en…

–Sí, sí. Ya lo cogí, iba al limbo, pero me han matado por el camino.

–¿Otra vez?

–Así es.

–Bueno, en ese caso rellene este impreso.

–¿Para qué es?

–Es una solicitud de reingreso, pero no se preocupe, será aprobada.

–¿Reingreso?

–Exacto, vuelve usted a la vida.

El dorito hizo aspavientos con sus ángulos en señal de sorpresa.

–Le borrarán la memoria y volverá a nacer. Eso es todo. No se preocupe, es el proceso habitual.

–Pero…

–¿Usted conoce las operaciones matemáticas? Mire, si resta dos veces ¿qué pasa? Si a un número negativo le resto el efecto es una suma ¿verdad? Pues digamos que usted ha sido restado dos veces, con lo cual está vivo. ¿Comprende? En fin, que tenga un buen día.

–Espere, espere. ¿Me está diciendo que voy a nacer en otra bolsa de doritos? ¿Es eso?

–Sí. Su alma es joven, no puede acceder aún a los planes de jubilación. Están subiendo cada vez más esa edad, ya que nos salen las almas por las orejas. Mire, los espíritus nacen, pero no mueren. ¿Qué hacer entonces? Mantener un equilibrio sostenible, los reciclamos. Los chinos nos dieron la idea, son muy listos. Pero como reciclar suena feo le hemos puesto reencarnación.

–Una segunda oportunidad.

–Y una tercera, y una cuarta. No se preocupe, tiene diversión para rato. Esto en el fondo es como jugar al tenis ¿sabe usted? Básicamente es mandar almas al plano físico para que no se nos acumulen demasiado. Ellos disparan almas y nosotros las devolvemos, eso es todo. Metafísica sostenible, amigo.

El dorito, sin muchos ánimos, se dirigió a la oficina de reinserción llevando su volante.

Paco miraba a su alrededor y aún no podía creer lo que estaba viendo. La mandíbula le colgaba flácida y no podía enfocar bien sus ojos. Estaba rodeado de focos de colores en un escenario circular, un halo de luz caía sobre él y también sobre la ruleta que tenía delante. En ella estaban escritos los nombres de todas las cosas que existían, lo cual tenía mérito teniendo en cuenta que medía metro y medio de diámetro.

La luz de los focos aumentó su intensidad y Paco vio al público. Un semicírculo a su alrededor estaba formado por ángeles y el otro, por demonios. Gritaban entusiasmados y coreaban la canción de inicio del espectáculo. Entonces se fijó que ante él había un sonriente tipo con traje y corbata.

–Hola ¿Cómo se llama usted?

Paco titubeó y dijo su nombre.

–¿Y a qué ha venido Paco?

El público gritó “¡A jugar!”

–¡Vamos, tire de la ruleta!

Paco, hipnotizado por las luces y la algarabía que lo envolvía, obedeció y tiró de aquel artefacto borgiano, ese Aleph[1] con forma de ruleta. Cuando vio la casilla que le tocó se le aflojaron las piernas.

III

–Traedme el teléfono rojo. –Dijo Dios.

–Enseguida. –Dijo un ángel asistente.

Dios se sentó en su nube favorita y levantó al auricular.

–¿Lucifer?

–Cuánto tiempo. Ya no te acuerdas de mí. –Dijo el diablo.

–No te pongas así, tenemos mucho lío. Pero de este siglo no pasa que nos vayamos a tomar algo.

–Me tienes olvidado, antes nos llevábamos mejor.

–Bueno, no empieces. Tenemos un problemilla, se ha traspapelado una reclamación tuya.

–¿Ah, sí?

–Sí, mándame una copia cuando puedas. Y otra cosa. ¿Has recibido la circular de las Maris?

–Las Maris no, las Moiras[2].

–Bueno, lo que sea.

–Sí, la he recibido. Está la cosa chunga.

–Nos piden un par de almas para hacer la prueba. Y he pensado que podemos matar dos pájaros de un tiro.

–Creo que empiezo a comprender….

En una sala pequeña y oscura, una centralita telefónica con cables por todas partes, dos ancianas hablaban bajito para no despertar a una tercera que dormitaba sentada en una silla de rafia.

–Paqui, ya no te dejo que hagas más el gazpacho.

–Pero Antonia, si lo he hecho como siempre.

–Que no. Te he dicho sesenta veces que hay que quitarle el corazón del ajo para que no se repita.

–Pues la próxima vez la haces tú o la Pepita. Yo haré el arroz con leche.

Ping, ping, ping.

Con un sobresalto, la tercera anciana se despertó.

–Ojú. Qué susto. Ponle el manos libres.

Una de las ancianas levantó una palanquita y pulsó un botón.

–Soy un emisario divino. Las almas de la prueba aparecerán marcadas en sus monitores. Dios les manda un saludo y quiere saber cuándo vais a hacer croquetas.

–Dile a ese viejo que las mandaremos cuando nos venga bien. –Dijo la recién despertada Pepita.

–¡Otra vez pidiendo croquetas! –Corearon las otras dos.

–Bueno ya que he venido traigo un tupper por si queréis… –Empezó el emisario.

–Venga, venga. Vuela. Dile que ya podría haber aprendido a cocinar en toda la eternidad. Adiós.

Cuando se desconectó el mensajero. Antonia se puso a hacer punto y dijo.

–¡Qué pesado es! A veces dan ganas de desconectarlo.

–Ay, Mari, no digas eso. –Dijo Paqui.

–Es verdad ¿quién iba a ocuparse de todos esos follones? –Dijo Pepita.

Y comenzó a reír, las otras dos la siguieron y las tres carcajearon alegremente un buen rato.

–Bueno, a ver esas almas. Esto de meterlas de a dos en el mismo cuerpo no lo veo yo muy claro. –Dijo Paqui.

–Es por probar. –Le respondió la Antonia.

–Venga, pues dale, son estos dos cables y ése es el conector. Le ponemos un multiplicador y esto debería funcionar así.

–Oye, ¿le has borrado la memoria?

–Anda, pues…

En ese mismo instante.

En algún lugar de Australia.

–¡Mira Papá! ¡Este dorito está inflado! ¿Qué raro, no? Creo que lo voy a guardar. Parece tener algo especial. –La niña miró el trocito de maíz embobada.

–Sí que es raro, sí. –Dijo el padre.

–¿Oyes?

–No, no oigo nada. ¿A qué te refieres?

La niña acercó el dorito a su oído y escucho unos débiles murmullos, dos vocecillas parecían insultarse y acusarse mutuamente de ser el responsable de la muerte de ambos.

Padre e hija quedaron boquiabiertos durante unos segundos.

–Papá, métete en ebay. ¿No decías que querías mudarte? A mí me gustaría una villa en Ibiza. ¿Tú cómo lo ves?

–No sé. Si a la Ashley, la del quinto, le ofrecieron cien mil euros[3] por un dorito inflado, imagínate lo que nos darán por un dorito inflado que encima insulta. Yo creo que nos compramos una isla.

Y así, esta trepidante aventura celestial llega a su fin. Esperamos que hayan disfrutado de ella y le ofrecemos el consejo de la semana: Con los garbanzos San Agustín cada comida es un festín.

¡Hasta la próxima!


[1] Uno de los más famosos relatos de Jorge Luis Borges. En él se nos cuenta como un hombre descubre que todo el Universo está contenido en un punto, una pequeña circunferencia, que puede verse solo desde el escalón número diecinueve del sótano de una casa.

[2] En la mitología griega, las Moiras (en griego antiguo, Μοῖραι Moîrai ‘repartidoras’) eran las personificaciones del destino. Su función era repartir a cada mortal la parte de existencia y de obras que le corresponden en el devenir del cosmos. Controlaban el metafórico hilo de la vida de cada ser humano desde el nacimiento hasta la muerte, y aún después en el Hades.

[3] En verano de 2021, una joven australiana viralizó a través de RRSS un extraño dorito inflado por el que recibió ofertas de hasta 100.000€

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s