Vivimos tiempos inestables, de cambios constantes que se aceleran cada vez más. Algunos los llaman tiempos líquidos, haciendo referencia a su fluidez, pero ya estamos entrando en un mundo casi gaseoso; en el cual las novedades se amontonan tan rápido que crean espesas nubes en nuestra mente. Resumiendo: estamos obnubilados.
Hace poco charlaba con unos amigos de mi edad, que, como yo, se mueven en la cuarentena y nos sorprendíamos de la aceleración mental y el déficit de atención que sufríamos. Por poner un ejemplo, nos cuesta mucho ver una película entera; por otro lado, sentimos el deseo de cambiar de actividad de forma frecuente. Y muchas más cosas.
Y eso que nosotros venimos de la era analógica, hemos hecho cabañas en árboles, hemos jugado al fútbol, a las canicas, nos hemos apedreado, etc. No quiero ni imaginar cómo será la mente de un hijo de la era digital.
Pero, reconduciendo el tema, aparte de los daños que estamos sufriendo a nivel mental, a mi personalmente lo que me crea más desasosiego es el momento en que el desarrollo de la IA y la robótica haga que muchos, por no decir casi todos, seamos prescindibles.
Desde que el el hombre es hombre y desde que se usó el poder y la dominación, los dirigentes han dependido de los dirigidos y no han sido nada sin ellos. Hume escribió que el poder siempre está del lado de los oprimidos, y aún ahora es verdad. ¿Pero qué pasará cuando las funciones que ofrece la masa popular sean sustituibles por medios tecnológicos? ¿Qué pasará cuando no haga falta mano de obra, esté o no cualificada? ¿Qué pasará cuando no nos necesiten?
Los ricos y poderosos, los que manejan los hilos, han demostrado dos cosas: La primera es que la gente puede ser convertida en un rebaño ciego y estúpido y manejada a placer; la segunda, que no tienen escrúpulos ni los detiene la ética o la moral. Es un cóctel que asusta, sobre todo sumando la superpoblación y sus infinitos peligros a largo plazo.
Es por ello que siento ese extraño desasosiego, creo que el futuro de la humanidad nunca ha sido más incierto que en estos tiempos. Y, dada la naturaleza de los que nos manejan, no sé que pasará cuando el 99% de la población sea completamente prescindible. Da un poco de miedo ¿no es verdad?