Libros publicados

Después de más de veinte años escribiendo, primero en papeles, después en Wordpad y guardando mis relatos en discos floppy, esos cuadrados con chapita, más tarde en discos CD; y ahora con mi portátil y la nube de aliados, sigo colocando y ordenando palabritas intentando dar gracia al asunto.

Y mire usted, por el camino, algo creció hasta el final. Hasta ser un pequeño librito vivo. No es porque yo sea su padre, pero qué guapo es. Y cuando uno tiene un niño tan bonito ¿qué queda? Pues está claro, enseñarlo.

Miren, miren.

Pueden encontrarlo en:

En los propios enlaces podéis encontrar más información sobre este libro de relatos de humor.

Sea como sea, ya que habéis llegado hasta aquí, os dejo el primer relato de los veinte que componen el libro.


“Dios no juega a los dados”

                  Albert Einstein.

El Génesis según Pepe

En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.

Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz.

Pero tras varios chisporroteos la luz volvió a apagarse. Y vio Dios que esto no era bueno.

Por tanto, resolvió llamar a Endesa.

Vio Dios que esto tampoco era bueno cuando le respondió una voz grabada y le hacía repetir los mismos pasos en bucle.

Tras varios años con las obras paradas, después de hacerse miembro de la organización de consumidores y montar una plataforma divina en contra de los abusos de las eléctricas; entonces Dios pulsó el interruptor y se hizo, por fin, la luz.

Sacó Dios el periódico y vio que luz alumbraba bien. Sacó Dios el bañador y la toalla, y comprobó que calentaba bien. Por tanto, con gran satisfacción, separó la luz, a la que llamó Día, de la oscuridad, a la que llamó Noche.

Luego dijo Dios: haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. Y que quede todo como debe ser. Con sus poquitos de acantilados y sus playitas en condiciones.

Y así lo ordenó. Pero la distribuidora de agua y los trabajadores de las depuradoras estaban en huelga. Y había violentos enfrentamientos entre la patronal y los sindicatos mientras Dios observaba impávido.

Ya un poco hasta las narices intentó usar su omnipotencia, que para algo la tenía, pero la burocracia era demasiado fuerte y resistió firme, los milagros no podían torcer una administración tan férrea.

Así que tuvo Dios que afiliarse a un partido político, subir a la cúspide y presionar durante meses para terminar con la huelga.

Y ya nuestro Creador estaba agotado, pero aún le dio la energía para crear impetuosos mares y tranquilos lagos; además de arroyos y cascadas, ríos y playas.

Y se quitó las sandalias y probó el agua, y vio que estaba bien. Pero, cuando se disponía a descansar, vio que estaba todo revuelto y mezclada la tierra y el agua, todo estaba húmedo y no había donde tumbarse. Así que tuvo Dios que volverse a poner las sandalias y pensar en algo.

Y pensó el Divino Creador en separar las aguas de la tierra, y llamarle Tierra a lo seco y Mares al agua.

Y, prevenido, escribió Dios una solicitud formal al sindicato de constructoras, con tono educado y solícito.

No respondieron.

Por tanto, comenzó Dios su titánica obra de separar aguas y tierra. En diez minutos estaba rodeado de una docena de protestones inspectores de obras.

Les advirtió el Altísimo que tuvieran cuidadito, que aun estaba por escribirse la parte de Jehová, con sus diluvios y matanzas, y los constructores se quitaron de en medio rápido.

 Y se tumbó Dios cuan largo era, a descansar. Pero todo estaba muy áspero e incómodo. Faltaba algo. Y entonces cayó en la cuenta.

Así que convocó a la hierba suave y aromática, y la mandó crecer hacia arriba desde la tierra. Pero, en ese momento, llegó una delegación comercial de Bruselas con claras instrucciones de parar aquello. La UE jamás permitiría que la producción de hierba o cualquier vegetal superara los límites establecidos.

Dios se mesó su espiritual barba; estaba empezando a mosquearse. Sacó a medias su Rayo Destructor del bolsillo de la túnica, pero como su carácter era perfecto se lo pensó mejor y sonrió.

Y tuvo Dios que darles cientos de explicaciones sobre la necesidad de crear la Tierra, sobre la importancia del Génesis del hombre y también tres cursos sobre espiritualidad humana.

Los inspectores no se movieron.

Dios sacó el Rayo Destructor y la Venganza Divina también, por si acaso.

Los inspectores de obras se esfumaron dejando tras de sí una espesa polvareda.

Dios tosió malhumorado y siguió a lo suyo. Hecha la mullida hierba y los árboles y su buena sombrita, se tumbó a descansar un rato, que ya tocaba. Pero, cuando se estaba quedando ya frito, notó un silencio sobrecogedor. No se escuchaba ni un pajarito ni se veía movimiento alguno.

Y Dios se acordó de los animales. Y creó a los alegres gorriones y a los elegantes felinos. Creó al rinoceronte y a la libélula. A la ballena y al mosquito. Y fue creando y creando, y cuando terminó colocó sobre ellos, con su santísima inconsciencia, el yugo del hombre. Y así Dios no tuvo que inventar un infierno para los pobres animales porque ya el hombre se encargó de disponerlo para ellos en la propia tierra.

Pero esta historia pretende ser divertida, así que obviemos esa parte.

Ya tenía Dios enfilada la cosa, pero quedaba una última tarea, la más importante y la que, en apariencia, daría sentido a todo lo demás: crear al hombre.

Pero el Altísimo estaba ya muy cansado y, la verdad, lo creó sin muchas ganas, si no miento tengo que decir que estaba ya medio dormido.

Y así le salió.

Una chapuza, vaya.

Y ya habiendo terminado todo por fin, se levantó del suelo del salón, donde llevaba horas gateando en círculos y manipulando los juguetes de su hijo pequeño, y se dio cuenta de que, al fin y al cabo, no era Dios, sino Pepe Palomares, el butanero. La foto de boda de la mesita de la tele así lo demostraba. Y cayó Pepe en la cuenta de que esa gominola que había cogido del mueble de la entrada y se había comido sin pensar quizá no era una gominola normal.

Y fue Pepe a la entrada y vio las llaves de su hijo junto a los restos de la gominola, y se cagó en la madre que parió al niño, en las drogas modernas, y en todo de lo que se acordó en ese momento.

Y finalmente, pensó Pepe que ya hablaría con el niño después y que, ya que estaba con el Génesis, bueno sería seguirlo y echarse un ratito, que es lo que pone después de tanta creación, que, aunque imaginaria en este caso, también cansaba y mucho.

Por tanto, a la séptima hora, Pepe descansó.

                                                                 FIN