Hay gente que dice que soy un cabrón, no mienten. Aparte tengo una mala hostia que ni os cuento. No puedo evitarlo y si pudiera tampoco lo haría, para el caso qué más da. Es incluso mejor, el cabrón estándar tiene grandes posibilidades en la política, televisión y otros grandes sectores. También soy un poco violento, dicho sea de paso, pero el otro día me pasé. Una cosa es pegarle a un tipo, que probablemente se lo merezca, y otra cosa zurrarle a un animalito en peligro de extinción.
Iba caminando por el campo en dirección a mi casa y ¡toma ya! Un bicho horrible encima de una piedra, con esa cara de idiota. Un camaleón. Me lo encontré tan cerca que en solo un paso le di una patada, el bicho salió volando por el aire y fue a chocar con un árbol, cayó al suelo y no volvió a moverse. Como decía una cosa es darle a un imbécil y otra liquidar a un lagarto indefenso, así que, cabrón y todo, me sentí mal. Apreté el paso y me fui a casa.
Una vez allí me encontré con mi hermano y mi novia. Desde el mismo momento de entrar noté que me miraban raro. No sé por qué, me dio la sensación de que parpadeaban de una forma extraña. Demasiado rápido. Me fui a la cocina y me hice unos cereales con colacao para recuperarme del disgusto. Entonces mi novia me miró desde la puerta, parpadeó y se fue. Joder, pensé, qué raro es todo esto. Pero entonces entró mi hermano y ya fue cuando pensé que me volvía loco. Me miró, parpadeó hacia los lados y lanzó una lengua de casi un metro de largo hacia el frutero, atrapó una manzana, la cogió, me miró otra vez y se fue.
Cuando ya se había ido me di cuenta de que tenía la mano verde, igual que la manzana. Entonces ya no sé bien qué pasó, creo que me dio algún tipo de desmayo.
Cuando desperté estaba en una casita transparente, rodeado de un campo enorme en el que pululaban camaleones humanoides. Tenía cama, cocina, baño y todo funcionaba. Pero todas las paredes eran de cristal. En ese momento comprendí que estaba encerrado, no había puerta ni ventanas y observé como una señora camaleón se acercaba con su pequeño niño escamoso. El niño empezó a reírse y a golpear el vidrio, la madre le regañó y ambos me miraron fijamente. Entonces miré hacia arriba intentando buscar una salida pero lo único que vi fue un cartel brillante que rezaba: “Humanario”.