Todo lo que vemos o parecemos es solamente un sueño dentro de un sueño.
La remota Oniria
He sentido susurros en mis sueños, dulces y cálidos sobre mi espíritu viajero. Y decían “Oniria, Oniria, la más hermosa y sabia de las tierras más allá de los mismos sueños”. Y quise llegar a ella, y soñarla despacio con toda mi alma. Fugaces noches y largos días soñaba, dormido y despierto, queriendo arribar a las etéreas costas de Oniria.
Oniria, donde sus habitantes conocían la vía y esencia de la vida, el camino de la paz y el conocimiento. La tierra de los mil torrentes de aguas celestes, de los árboles milenarios, del cielo eterno. En sus orillas, en sus riberas, en sus valles y ciudades los sabios esperaban. Aguardaban el Último Reencuentro, el reencuentro del Uno. El todo imperecedero.
Así pues navegué entre parajes imposibles y sueños de toda naturaleza, con la mente clara, hacia mi destino, Oniria. Y pasando el tiempo y viendo maravillas jamás imaginadas, me despedí de ellas, porque siempre con mis ojos buscaba algo más, buscaba la tierra susurrada en mis sueños.
Y la encontré, escondida entre los más bellos sueños, pura y eterna. Y sus sabios me saludaron, y me ofrecieron ropa y selectos néctares. Y entre ellos, como uno más, esperé la reunión del todo. En la remota Oniria, la más hermosa y sabia de las tierras más allá de los mismos sueños.