Hoy en día, el comunismo y el fascismo son dos caminos que vienen de sitios diferentes, pero que, después de dar sus propios rodeos, vienen a desembocar al mismo abismo de horror. Se dice que los extremos se tocan y en este caso no puede ser más cierto.
En ambos casos el individuo es despreciado y el foco se limita iluminar la totalidad de la sociedad, la masa informe, sin distinguir entre personas diferentes y sus diferentes sensibilidades. Desde mi punto de vista, esto crea un infierno para cualquiera que tenga unas mínimas inquietudes intelectuales, para alguien que aprecie en alguna medida su libertad individual.
El liberalismo salvaje, la individualidad fría e inmisericorde, que cierra los ojos a los problemas de los demás, tampoco es nada recomendable, como bien puede apreciarse en muchos países. Pero eso no significa que su extremo opuesto, los sistemas totalitarios, sean mejores. En el fondo son aún peores. Quizá habría que encontrar un equilibrio, algo que conciliara la comunidad y la individualidad, pero por desgracia ese sistema político aún no existe y, por el camino que llevamos, tardará mucho en existir.
No quiero tocarle las narices a nadie, pero, para mí, tan ingenuo es quien se traga la propaganda de la extrema izquierda como quien se traga la de la extrema derecha. En definitiva, un ciudadano responsable debe tener su criterio propio y pasar por ese cedazo, ese filtro personal, las opiniones ajenas y toda la propaganda política. Si algo me cuadra, si veo que supera mis propias apreciaciones, lo suscribo; en caso contrario, lo desecho. No usar el criterio personal y adoptar ideas sin juzgarlas tiene un nombre: fanatismo. El fanático no es más que un perro rabioso. Un perro rabioso que, como decía el poema, solo ve lo que va buscando.
La humanidad, en su larga y rocambolesca existencia, ha conocido y sufrido muchos fanatismos; las cicatrices están grabadas a fuego en su piel, junto a otras heridas abiertas y supurantes. Porque el fanatismo no es cosa del pasado, amigos, es algo completamente vigente. Entiendo que en una sociedad como la nuestra, con una educación tan deficiente, medre este tipo de conducta deleznable. Pero es igualmente desolador.
Además de todo esto, la clase política en este país (sea del partido grande que sea) no es más que un estamento independiente e intocable, una clase muy por encima del ciudadano de a pie; con sus propias reglas y sus propios privilegios, en definitiva, con su propio mundo. Quien crea que algún político de élite hace algo por el bien común, o por su amor por el pueblo, realmente es inocente e ingenuo hasta extremos yo diría peligrosos.
Su medio y su fin es el mismo: el poder. Si alguno tiene aspiraciones justas, generosas y loables será rápidamente anulado por la mayoría de ellos que, instalados en el extremo opuesto, no pueden permitir de ninguna forma que se les vea el plumero. Si alguno no está corrompido, no puede jugar a este juego llamado política. Sencillamente porque las reglas no lo permiten.
Seguramente habrá políticos honrados y justos, pero en las élites de este país no serán aceptados, debido, precisamente, a la naturaleza egoísta y despreciable de las altas esferas.
Así que lo único que me queda por decir es: si puedes hacerlo, si tienes las herramientas necesarias, sé honesto y usa tu propio criterio, no aceptes absolutamente nada sin razonarlo y analizarlo, lo diga quien lo diga y venga de donde venga. Es un gran error. Una falta de respeto hacia ti mismo y hacia los demás. Un tropiezo propio, sí, pero con una onda expansiva que hiere de forma colateral a toda la sociedad.
Intentemos ser responsables y ya que tenemos cerebro, usémoslo. Porque somos personas, no borregos. Así que pensad en lo que he dicho, si estáis de acuerdo practicadlo y si no lo estáis es completamente lícito que arrojéis este artículo al fuego y no volváis a pensar en él nunca más. Pero si hacéis esto último, hacedlo de manera consciente, no por incomodidad, no porque mis palabras sean afiladas, sino porque vuestro propio criterio así os lo dice.
Dos regímenes que aunque algunos se nieguen a equipararlos desembocan, como bien dices, en el «mismo abismo de horror».
Me gusta tu alusión : «no aceptes absolutamente nada sin razonarlo y analizarlo, lo diga quien lo diga y venga de donde venga» … Pues sin espíritu crítico somos nada, somos marionetas.
Buen finde, Daniel. Un saludo 🍃🍀
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Muchas gracias, Úrsula. Ahora me ha dado por escribir artículos. Tengo una novela por el tercer capítulo, pero, en fin, tendrá que esperar. Es bueno escribir lo que a uno le apetece, creo yo, y no forzar la máquina. Así que en las próximas semanas publicaré contenido de este tipo. Un saludo ^^
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