Cuando uno termina este libro hay una palabra que se queda en la boca, un sabor que se derrite dulcemente entre nuestros labios, y esa sensación que permanece en nuestra mente como un regalo abierto es la siguiente: ternura.
Hay ternura en la descripción de los ambientes, de los animales, e incluso, en muchas ocasiones, en el trato que se le da al hombre.
Este conjunto de relatos entrelazados entre sí, en los cuales somos testigos del futuro de la humanidad y nuestro planeta, tienen una premisa curiosa: son relatos contados por perros. Antes de cada uno de ellos podemos leer los comentarios de los estudiosos perrunos, lo cuales analizan entre otras cosas su veracidad.
Así comienza:
ÉSTAS SON LAS HISTORIAS que cuentan los perros, cuando las llamas arden vivamente y el viento sopla del norte. Entonces la familia se agrupa junto al hogar, y los cachorros escuchan en silencio, y cuando el cuento ha acabado hacen muchas preguntas.
– ¡Qué es un hombre!
– ¿Qué es una ciudad?
– ¡Qué es una guerra!
No hay respuesta exacta para esas preguntas Hay suposiciones y teorías y conjeturas, pero no hay respuestas.
En principio, lo confieso, leer un libro en que los perros hablan y escriben libros me pareció un poco como ver una peli de Disney, un prejuicio bastante tonto, como he comprobado al empezar a leer. Es cierto que a nivel científico algunas historias adolecen de cierta ingenuidad, pero la ciencia no es su tema, su tema real es el hombre y su forma de ser. En este aspecto el libro es pesimista y nos recuerda la máxima de Hobbes: “El hombre es un lobo para el hombre”. Sin embargo, el autor no trata a la humanidad con desprecio, es consciente que las personas son capaces de lo mejor y de lo peor.
Por otro lado, su prosa es amena y a veces poética en las descripciones. Da una sensación de ligereza, pero no está exenta de profundidad.
En conclusión, un libro corto pero intenso, solo tiene ocho relatos y menos de doscientas páginas, pero en tan corto espacio consigue ofrecer una visión interesante del hombre y del Universo.
Simak dedicó su libro a su perro, Scottie. Así que yo se la dedicaré al mío. Mi pequeño ratón de campo, Tango. Sí algún día eres inteligente, pequeño idiota, espero que seas comprensivo.
