-Glink ¿estás seguro que debemos hacerlo?
-Estamos en deuda con ellos, supongo. Pero, sea como sea, lo haremos. –Glink, el avestruz, asintió y miró al gorila- -Debemos hacerlo. Ellos lo harían por nosotros.
-Pero…
-Vamos, no le des más vueltas.
El gorila pulsó un control remoto y, ante ellos y el resto del Concilio de los Animales, innumerables cápsulas se abrieron. En el silencio que siguió empezaron a oírse llantos de bebé.
-Esto no saldrá bien- dijo el varano, patrón de los reptiles, con su habitual siseo.
– Ya veremos- dijo el avestruz.
Las naves procedentes de la recientemente colapsada enana de Fornax buscaban luz y calor en un universo que se apagaba y se enfriaba. Así fue que recalaron en lo que quedaba de nuestro planeta. Absorbieron el poco calor que le quedaba a nuestro núcleo y, por curiosidad, buscaron registros al ver los restos de una civilización extinta hacía poco.
Una conversación mental se estableció entre los dos principales de a bordo.
-¿Has descifrado los datos?
-Sí, fue fácil, el lenguaje era rudimentario. Al parecer se extinguieron hace unos seis mil ciclos de su Sol, por poco no los conocimos.
-Eso parece. ¿Morfología?
-Es curioso, había muchas especies inteligentes. La primera evolucionó de forma natural, se llamaba humanidad, y con tecnología dotó de inteligencia al resto de seres vivos y después ¿sabes qué?
-Se autodestruyeron
-Sí, siempre es la misma historia ¿verdad?
-¿Y los demás seres? ¿Dónde están?
-Usando su ADN crearon al hombre de nuevo
-¿Y?
-Esta vez lo destruyeron todo, el planeta se convirtió en un infierno nuclear.
-Está bien. Guarda los registros. Bordearemos Andrómeda hasta Cygnus y allí ya veremos. Necesitamos encontrar algo de energía o será nuestro fin.
En el silencio que siguió quedó patente la desesperanza de los alienígenas y la certeza de que el Universo se acercaba a una nada eterna y definitiva.