En el lugar más cálido de los corazones de las personas que creen en la navidad vive un hermoso sueño. En él hay un bosque invernal y junto a ese bosque, una cabaña. Dicen que es donde vive Papá Noël, y también que se calienta en un fuego donde las ilusiones de las buenas personas brillan por siempre. Lo describen como un viejecito regordete y bonachón que suspira pensando en la felicidad de los niños. Dicen que es el espíritu que alegra el mundo y que le gusta mucho beber coca cola.
En fin, dicen muchas cosas…
Aquella noche Papá Noël encendió un puro y se dejó caer en su sillón. Se levantó un poco para dejar escapar un pedo y de paso alcanzar la carta con membrete rojo que había recogido del buzón al entrar. Se ajustó las gafas y dio una profunda calada mientras leía.
Desde el SET queremos expresar nuestra más sincera repulsa a las condiciones laborales de nuestros afiliados. Las negociaciones, dados los hechos recientes, están rotas. Prepárese, maldita bola de sebo.
–SINDICATO DE ELFOS TRABAJADORES–
Ni siquiera son elfos, pensó Papá Noël. Son duendes y de puro milagro. Malditos pretenciosos ¿Dónde pensarían encontrar trabajo? Miserables desagradecidos. Pegó un respingo cuando sonó la campanilla de la puerta. Aún refunfuñaba cuando la abrió. Era nada menos que el líder sindical.
–Buenas noches. Vengo a traer la renuncia de sus empleados. ¿Ve ese camión? Ahí están todas.
–¿Cómo?
–No se haga el tonto. Ya enviamos la carta y ahora nos vamos. Está acabado. En ese contenedor tiene las veinticinco mil renuncias firmadas. Ya no trabajamos para usted.
Papá Noël tenía el rostro más rojo que el traje.
–¡La madre que os parió! –gritó enfurecido. –¿Y qué pensáis hacer? ¿Dónde iréis, de qué viviréis?
–Hemos firmado un contrato con Amazon como empresa de fabricación colectiva independiente. Ahora nos llamamos Industrias Leprechaun.
–¿Y quién va a fabricar los regalos de los niños? –El viejo gimió y puso ojitos desconsolados usando su última carta.
Pero no funcionó.
–Que los haga tu puta madre.
El gordo se volvió a sentar en su sillón. Estaba jodido, pensó. Miró la botella de Johnnie Walker, pero dejó resbalar la mirada y la posó en la mesilla. Se le ocurrió una idea, cogió el teléfono, miró en la B y tras un rato buscando marcó un número con el dial giratorio de su viejo aparato.
–Hola, soy yo. ¿Baltasar? ¿Me oyes?
(…)
–Sí, sí, el mismo. Está la cosa muy chunga estos días… No, no. No es por eso. Ya te lo dije, ni una gota más, ni una. Son los duendes. Me han abandonado.
(…)
–Ya sabes, son volubles y estúpidos. Tenían un día de descanso al año y una jornada laboral de 18 horas, no sé qué quieren esos imbéciles. Escucha: te voy a decir la verdad, amigo. Yo… en fin, salía en las fotos y eso, pero los regalos los hacían ellos durante todo el año.
(…)
–¿Cómo voy a hacerlos yo? ¿Tú estás loco? Estoy ya mayor para trabajar.
(…)
–¿A quién voy a contratar? ¿En este pedazo de hielo? ¿Con estas condiciones? Aquí no viene ni el tato. No, no. Baltasar yo lo que quiero saber es… ¿De dónde sacáis vosotros los regalos? Si sois tres tíos con túnica y tres camellos…
(…)
–¿El poder de Dios? ¿Eso qué es? Explícate.
(…)
–¿Magia divina? Venga hombre… No te quedes conmigo. ¿O sea que los regalos van apareciendo de un saco sin fondo?
(…)
–No me lo puedo creer. ¿Y ahora qué hago yo? Me cago en diez… Un momento están pegando en la puerta.
Papá Noël abrió furioso pensando que sería de nuevo el líder sindical, pero eran dos tipos con traje.
–¿Son suyos los renos que hay en la puerta?
–Sí, ¿por qué?
Los tipos fruncieron el ceño.
–Somos de la protectora de animales.
Cuando volvió a la cabaña sabía que todo había terminado, como confirmación el teléfono rojo comenzó a sonar. Línea directa con el jefazo, el Espíritu de la Navidad. Solo podía significar una cosa: estaba despedido.
Las nuevas tecnologías lo salvaron. Un duende renegado lo enseñó a usar Internet y se hizo cuentas en todas las RRSS, en poco tiempo se convirtió en un influencer seguido de forma masiva. Daba consejos sobre compras y regalos. En Nochebuena hizo un especial con los streamers más famosos. Se estaba forrando.
Supo que al final los duendes se habían mosqueado con el Yef Berzas y estaban colonizando Marte con la misión de Edon Musk. Como eran seres imaginarios, ni respiraban ni comían y tampoco podían morir, con lo cual eran perfectos pioneros colonizadores.
Al enterarse de la noticia, Papá Noël sintió un temblor en la mano y un frío en el corazón, apartó los focos de la fama y aceptó que echaba de menos su antigua vida. Vivir tranquilito en su cabaña. Llamó a Musk.
No le costó convencerle, al fin y al cabo, alguien debía repartir regalos en Marte. Porque los malditos reyes magos no llegaban tan lejos. Mucha magia divina, pensó el gordinflón, pero prefiero esta magia nueva ¿Cómo la llaman? ¿Dinero? Es más rápida y llega más lejos. Musk le aseguró que sus abogados reclamarían sobre los derechos laborales de sus antiguos trabajadores y lo dejaría todo bien atado.
Papá Noël encendió su puro y dio una larga calada pensando en el futuro de sus duendes. Una sonrisa torcida empezó a dibujarse entre su barba blanca. Le rechinaban los dientes.
Sin duda que la creatividad es un don ☺️: Me encanta la reivindicación de Elfos trabajadores y, como guinda, no podía faltar la protectora de animales 👏👏👏
Un abrazo, Daniel 🍃🍀
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Ja, ja, ja. Muchas gracias, Úrsula, eres muy amable. Me alegro que te haya gustado^^
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