La droga más sana

–Oye, compadre ¿me fías una chinita?

–No va a poder ser. No trabajamos ese producto. Además, aquí no se fía.

–No vea, illo. Qué sieso eres.

–Yo seré sieso, pero usted es idiota.

–¿Ah y por qué?

–Porque esto es una librería.

–¿Lo qué?

–Una tienda de libros, hijo. Mire, me ha dado cosilla y le voy a ayudar.

–Bueno, dime dónde se liga por aquí.

–Voy a hacer algo mejor por usted. Tome, coja esto.

–Uy, ¿y esto qué es?

–Es un artefacto llamado libro. ¿Ve? Se abre y tiene páginas por en medio.

–Anda. Bueno, dame un papelillo y lo pruebo.

–No, hombre. Tienes que colocártelo delante de la cara y seguir las líneas con la mirada, siempre con la precaución de leerlas, si no lo haces no funcionará.

–Huele como a nuevo, esto seguro que no coloca.

–¿Que no? ¿Que no? Esto es un nuevo nivel, amigo. No son esas tristes raspillas resecas que usted se fuma. Oh, no. Esto da un colocón de alto standing.

–¿Seguro que pega vacilón?

–Un vacilón de gran altura. Lléveselo. Por doce pavos es suyo. Mire el índice, trae veinte dosis.

–No vea, qué chulo.

–Pero eso no es lo mejor. Lo más increíble es que es reutilizable. Puede usarse varias veces.

–¡Dios mío! ¡Como una bellota que se regenera! ¡Como un paquete de Chester infinito!

–Exacto.

–Ése es mi sueño. Ponme diez. Voy a hablar con el vendedor de almendras de la calle de abajo, me debe un dinerillo. Ahora vuelvo.

–Chico. Hoy vas dejar de ser un fumeta para convertirte en otra cosa. En algo similar pero diferente.

–¿Sí? ¿En qué?

–En un lector, hijo. En un lector.

Este espacio ha sido patrocinado por:

Gazpacho Mari Pepi

Pulsa este enlace si estás buscando una nueva adicción

¡Aún estás a tiempo de participar!

Deja un comentario